NUEVAS
DIFICULTADES PARA LA
INDUSTRIA FARMACÉUTICA
Juan
Mascareñas Pérez-Íñigo, Catedrático
de Economía Financiera
Jose Ignacio
Morales Plaza, Senior Financial Analyst, BBVA
Juan Vicente
Sánchez-Andrés, Catedrático de
Fisiología y MBA
Think Tank BioPharmInvest
Expansión
17-enero-2005
La industria farmacéutica atraviesa por una fase de continuas convulsiones que amenazan con producirle cambios relevantes. Una de las primeras sacudidas con alto impacto público se produjo hace cuatro años con la retirada del mercado de la Cerivastatina (molécula utilizada para reducir los niveles de grasas en sangre) por producir efectos secundarios graves que pasaron inadvertidos en los tests previos a su aprobación para comercialización. En los últimos meses ha producido un impacto severo la retirada del Vioxx, antiinflamatorio de Merck, usado en el tratamiento de procesos degenerativos articulares por haberse demostrado un efecto facilitador de enfermedades cardiovasculares. Adicionalmente, esta retirada ha contribuido a la difusión de sospechas sobre efectos secundarios parecidos del Celebrex, un antiinflamatorio similar al anterior, pero no idéntico, de Pfizer. No resultan extrañas estas convulsiones si se tiene en cuenta que el Vioxx, sólo en Estados Unidos, era consumido por 30 millones de personas. No es sorprendente el derrumbe del precio de las acciones de Merck debido a las pérdidas asociadas con su retirada, a la previsión de las indemnizaciones que puede verse obligada a pagar, y a la desconfianza generada sobre la empresa. ¿Qué ha sucedido?, ¿cuáles son las consecuencias esperables de estos hechos?.
Para comprender lo que ha sucedido debemos mirar hacia atrás hasta la situación que determina el procedimiento vigente de introducción de medicamentos en los mercados. El momento se sitúa en 1958 cuando aparecen las desgraciadas consecuencias de la talidomida, con sus secuelas malformativas, que pusieron de manifiesto la necesidad de estipular una serie de etapas rigurosamente controladas que permitieran descartar acciones indeseadas de moléculas terapéuticas. A partir de ahí, la FDA en Estados Unidos y luego la EMEA en Europa y el Ministerio de Salud Pública en Japón determinaron que previo a la introducción en el mercado, cada molécula ha de pasar por una serie de fases de investigación que determinen su inocuidad (ausencia relativa de toxicidad) y su eficacia para un determinado problema médico (indicación).
Típicamente se trata de tres (I a III) fases secuenciales que se vienen complementando con una IVª fase de introducción en los mercados. Veremos más adelante que esta IVª fase viene adquiriendo especial relevancia en el contexto que nos ocupa. Sin duda, la supervisión de estas fases por las agencias reguladoras ha posibilitado un alto grado de seguridad en el uso de medicamentos. También una multiplicación en los costes de puesta en el mercado de una molécula derivados de los costes de las distintas fases preceptivas de ensayos, así como de la escasa probabilidad que tiene una molécula de llegar al final con éxito. Se estima que el coste medio de desarrollo y lanzamiento de un producto al mercado internacional es de unos 800 millones de dólares. Con esta perspectiva se entiende que la iniciación del proceso para una determinada molécula tiene que pasar un doble filtro: el filtro biomédico, en términos de las expectativas de esa molécula con base en los conocimientos científicos, y el filtro del análisis financiero, que determina que los resultados de la explotación de esa molécula justifican la inversión en los ensayos, incorporando el riesgo de fracaso que impida acceder a la comercialización.
El cuadro descrito ha estado vigente durante años, pero de un tiempo a esta parte se ha producido una modificación sustancial: el desarrollo de la farmacovigilancia a efectos de seguridad farmacéutica. Esta disciplina surge de la necesidad de hacer un seguimiento de los efectos de los fármacos ante la posibilidad de que las fases I a III hayan dejado escapar efectos relevantes. No han sido ajenas al desarrollo de la farmacovigilancia las tecnologías de la información, posibilitando la creación de bases de datos masivas procedentes de la valoración de pacientes de cualquier localización, y la posibilidad de realizar análisis estadísticos multivariantes. Así, se amplía el papel de la fase IV a la detección de: a. los efectos secundarios negativos derivados de la administración de un fármaco en el largo plazo; y b. los efectos secundarios derivados de la combinación de un nuevo fármaco administrado conjuntamente con un fármaco existente con anterioridad. Si se detectan, las agencias reguladoras retiran su autorización y fuerzan la salida del mercado de la molécula.
Con respecto a las consecuencias
esperables de estos hechos hay que deslindar una doble vertiente. Del
lado
positivo, sin duda, está que los consumidores de
medicamentos tienen más
garantías de evitar la exposición a efectos adversos
aunque sea por la vía de
que se detecten en la fase de comercialización. Probablemente no
haya forma de
garantizar la seguridad al cien por ciento de un medicamento, no en
vano reza
el adagio que todo medicamento es un tóxico, en el caso
más simple es una
cuestión de dosis.
Del lado
negativo, hay que considerar el cambio en profundidad en las reglas de
juego
del filtro financiero. Describíamos más arriba que los
medicamentos han de
superar tres fases de ensayos tras las cuales el medicamento entra en
explotación durante el tiempo que rija la patente (hasta 20
años desde el
inicio del registro, no desde su primera comercialización).
Durante este tiempo
las compañías disponían del privilegio de la
explotación exclusiva que les permitía
generar beneficio y amortizar la inversión tanto en la
molécula explotada como
en aquellas que fallaron en llegar a la explotación. Ahora la
situación cambia
porque no hay garantías de que se vaya a disponer de ese tiempo
en su
integridad. La fase IVª, pues, es de duración impredecible,
independientemente
de la protección por patente y en función de la
farmacovigilancia, de manera
que se introduce un riesgo de abandono de la explotación de
la molécula. En
tanto el filtro financiero es
determinante para decidir si se realiza o no la inversión
necesaria para lanzar
una molécula a las fases de ensayo clínico, resulta obvio
que los modelos de
análisis de inversión tendrán que incorporar este
nuevo riesgo, así como que
tendrán que matizarse los beneficios esperados incorporando un
factor que
contemple la probabilidad de abandono. Las consecuencias son
inmediatas: se
incrementará la dificultad de que una molécula pase
el filtro financiero y, en
lógica, menos moléculas tendrán la opción
de ser consideradas para su
utilización en terapéutica humana. Desde el punto de
vista de la inversión en
el sector farmacéutico, esta situación
incrementará el perfil de riesgo de un
sector que, erróneamente, ha sido tachado en los últimos
años de “defensivo, estable
y conservador”.
Estas son las consecuencias inmediatas, pero no las únicas. No menos relevantes las siguientes: a. las investigaciones sobre instrumentos (moléculas) para resolver problemas de salud humana se financian fundamentalmente con los resultados de la explotación de medicamentos protegidos por patentes. Una vez que la patente caduca, la molécula pasa a no gozar de exclusividad comercial y a calificarse como genérico. Se reducen los márgenes, al desaparecer la barrera de entrada que constituye la patente, y la fracción dedicada a I+D es ínfima, si es que existe. Por consiguiente, la situación descrita, si se traduce en menos moléculas en el proceso de ensayo clínico, probablemente también signifique un número menor de moléculas aprobadas y en explotación. La consecuencia puede ser un serio compromiso para el progreso de la investigación biomédica. b) Sólo puede esperarse la compensación de este proceso mediante el desarrollo de instrumentos financieros de análisis de la inversión en farma-biotecnología mejor informados y eficaces que incorporen de forma más precisa una ponderación del riesgo que haga mejor fundamentadas las inversiones en el sector farmacéutico, que en definitiva, significan invertir en salud y bienestar humanos.